25.8.09

Ella Fitzgerald


Volví. Me extrañaba a mí misma siendo la persona que extraña la música viejita. Ya casi hace un año que tuve a bien dejar de hablar sola en mi casa acerca de tal o cual canción, que tiene eco y resonancia en tantas memorias propias, para encerrarme en una cabina y decirlas al micrófono con la esperanza de que fueran escuchadas por alguien y que a pesar de hacer en esencia lo mismo, me dejara sentir que lo hacía para alguien más.

No hay que malentender; en este casi-año de transmisiones (con su debida intermitencia) no he dejado de ser la misma egoísta musical que he sido, si no siempre, cuando menos durante un buen tiempo. Finalmente los recuerdos no se transmiten nunca en su totalidad. Lo que más bien he aprendido es que muchas veces la nostalgia tiene pares, nunca idénticos, pero que pueden alinearse y que esos encuentros, fortuitos o provocados, crean futuras nostalgias nuevas que vale la pena ir atesorando; para encontrarlas luego ya cafecitas y avejentadas, más grandes que antes.

Y bueno, hay una tradición que dice que para regresar, hay que hacerlo en grande; y grande grande se me ocurrió sólo Ella Fitzgerald.